Era habitual. Cada semana nos reuníamos en la que había sido mi oficina cuando fungía como secretario particular de Gustavo Alatriste para esperar la noticia: dentro de dos, tres horas, cobraríamos nuestros magros estipendios o, de plano, no cobraríamos hasta dentro de ocho días

No sé si ya en las tragedias griegas, en Sófocles, por ejemplo o en las obras históricas de Shakespeare, se relacionaba el quehacer político con el crimen o, al menos, con la sociedad secreta sometida a juramento, que busca el poder y el dinero cultivando el arte de matar gente y salir impune