La elección presidencial del 2 de julio de 2006 arroja resultados muy competidos, no sólo en cuanto al diferencial de votos entre los principales contendientes, sino también en cuanto a la distribución territorial de la votación, la cual permite distinguir claramente una polarización regional en la decisión de los mexicanos respecto a cuál de dos candidatos deberá guiar al país en los próximos seis años