Comienzo fijando mi postura: la prisión vitalicia atenta contra la dignidad humana; coloca al grupo —al Estado, a la comunidad, a la sociedad, etcétera— por encima de los individuos que lo conforman; da prioridad al poder sobre los derechos y, por lo mismo, de paso, colisiona con la lógica que inspira al derecho penal moderno, ilustrado