Tercer Concilio Ecuménico, convocado por el emperador bizantino Teodosio II, durante el pontificado de San Celestino I, para clarificar las enseñanzas de Nestorio, quien dividía en Jesús lo humano y lo divino. Este Concilio proclama a Cristo consustancial al Padre en razón de la divinidad y consustancial a nosotros en razón de la humanidad; distinguen las dos naturalezas en Cristo: la humana y la divina, unidas hipostáticamente en una sola Persona, y presenta a María como Theotokos, "Madre de Dios".