En el ámbito cristiano, se trata de experiencias individuales de descubrimiento y manifestación, algunas de las cuales son reconocidas por la autoridad de la Iglesia, que ayudan a explicitar, entender y/o vivir más plenamente la Revelación definitiva de Jesucristo. No corrigen, mejoran o completan esa Revelación y no pertenecen al Dogma.